viernes, 23 de agosto de 2013

De tecnología y algo más

Hay un comercial de una empresa prestadora de servicios de telefonía celular que me trae graciosos e insolitos recuerdos de una persona muy cercana mí, o sea yo. En este comercial, se ve a un muchacho de unos 20 años a punto de subirse a una moto mientras habla por teléfono celular con su abuelo. Ya se están despidiendo cuando el abuelo le dice, como algo casual:
- Oye hijo, ¿cómo hago para mandar una foto por e-mail?

El muchacho pone cara de infinita paciencia y procede a explicarle el procedimiento, lo que ya no se ve en el comercial.

Les confieso que me he sentido plenamente identificado con el caballero que le pregunta al nieto sobre cómo hacer para salir de los problemas que le da la computadora, o la máquina del averno, como la denomina este pechito. Me sucede no solamente con la computadora, sino también con el televisor, con su respectivo decodificador y, finalmente, con los teléfonos celulares.

Tres aparatos que, si bien no me tienen loco, me tienen como un hombre al borde de un ataque de nervios.

Por el párkinson que llevo encima muchas veces tecleo una letra por otra o el dedo se me queda pegado y la letra se repite innumerables veces, paso por movimientos que causan que me salgan diversas cosas en la pantalla, ya sea un cuadro dándome informacion estadística de los habitantes del Peru o listas interminables de nombres que no entiendo qué hacen ahí.

Muchas veces que quiero salir del embrollo en que me he metido procedo a hacer la llamada en cuestión, ya sea a uno de mis hijos o a Gaby, quienes me contestan algo así como: "lleva el cursor hasta la flechita roja que está a tu derecha de la pantalla, en la parte de arriba". Procedo a hacer la operación indicada, pero cuando llego al destino... resulta que no encuentro la tal flechita roja.

Otra respuesta típica puede ser: "aprieta ALT + F4 para cerrar esa ventana y luego abres una nueva". Primero tuve que aprender qué es el cursor, y ya sé que es esa flechita que nunca encuentro porque se va por cualquier sitio de la pantalla. Estoy seguro de que entre el mouse, que supuestamente controla el cursor, y el cursor hay un divorcio tremendo. O no hablan el mismo idioma. Ya sé también qué es una ventana, que no tiene nada que ver con ese invento para mirar a través de las paredes. Ambas cosas las descubrí solo, por simple amor propio y para evitar preguntar: "¿qué es el cursor?", o la ventana, respecitvamente.

A veces estoy escribiendo de lo más feliz y no sé qué aprieto que la ventana se me achica, y se me ponen los pelos de punta pensando que ya perdí todo mi arduo trabajo de horas. Pero resulta que no es así, felizmente. Solamente debo restaurar la ventana, o maximizarla, como dicen que se llama.

La cosa es que termino lanzando un SOS para que alguien salve esta alma perdida y deseperada, y la cosa es que siempre termino escuchando respuestas como "maximiza la ventana", "dale UNDO", "redúcele la los pixeles" y otras cosas por el estilo.

Como anécdota, hace muchos años, antes de que yo siquiera soñara con usar una computadora del puro miedo que me daba el aparato, y menos aun tener un blog, mi segundo hijo me dio su dirección de correo electrónico. Yo apuntaba diligentemente lo que me dictaba: "segundohijo, todo junto, arroba yahoo punto com". En vez de escribir segundohijo@yahoo.com, yo escribí "segundo hijo todo junto arroba yajú punto com". No exagero.

Esta es mi historia con la computadora. Mi lucha diaria, diría yo. En cuanto al televisor, lo que me complica la existencia es el bendito decodificador. Para empezar, hay dos controles remotos, uno para el televisor y otro para el decodificador. Bueno pues, a acostumbrarse, ni modo. El control remoto del televisor solamente lo uso para prenderlo y apagarlo, así que una vez prendido lo dejo a un lado... hasta que tengo que subir o bajar el volumen, porque resulta que cada aparato lo tiene aparte. En una de esas, la pantalla se me achica y ahí sí que viene la crisis porque llamo a uno de mis rescatadores o llamo a la misma empresa para que me auxilien. Uno u otro, siempre viene alguien en mi rescate.

Finalmente, donde me confieso inepto tecnológico total es con las funciones del teléfono celular. Y eso que mi teléfono es bastante simple, bueno, simple para los tiempos que corren porque resulta que toma fotos y hasta tiene grabadora. No me imagino usando uno de esos teléfonos que se manejan tocando la pantalla, que agrandan y achican fotos solamente con tocarlas, que mandan mensajes SMS (ni siquiera sé cómo se manda uno de esos) a teléfonos en otros países, entre otras tantas cosas que no quiero ni imaginar. Piensen además que debo hacer todo eso con el temblor del párkinson. De los mensajes de texto no quiero ni hablar.

Esos son los gajes de vivir en un tiempo muy diferente del tiempo en el que crecí, donde para llamar por teléfono simplemente marcaba con un disco y esperaba que timbrara. No tenía que tener señal, ni crédito, ni batería. Ni tampoco escuchaba a una dama que me invitaba a dejar mi mensaje en la casilla de voz. Aunque debo admitir que tampoco se podía ver ni oír a quienes vivian fuera de nuestras fronteras, como hago ahora con mis hijos y nietos que viven en Chile. Hasta podemos conversar mientras nos vemos gracias a algo que se llama Skype y que... tampoco sabría cómo funciona si no fuera por las indicaciones bien escritas que tengo al lado de mi computadora.

Bienvenida la modernidad.